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La guerra más larga

La histeria anti-rusa en los Estados Unidos alcanzó su apogeo esta semana cuando los demócratas trataron de desviar la atención de las embarazosa revelaciones sobre cómo el aparato del Partido Demócrata había amañado las primarias contra Bernie Sanders, afirmando que Vlad Putin y su KGB hackearon y expusieron los correos electrónicos de los demócratas.

Es curioso que esta acusación provenga de EE.UU., que cotillea los correos electrónicos y teléfonos de todo el mundo. ¿Recuerdas cuando la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos pinchó el teléfono móvil de la canciller alemana Angela Merkel?

Ciertos “funcionarios de inteligencia” estadounidenses sin nombre dijeron que estaban “muy seguros” de que la KGB rusa o GRU (inteligencia militar) habían hackeado los correos electrónicos de los demócratas. Estos fueron probablemente los mismos funcionarios que estaban “muy seguros” de que Irak tenía armas nucleares.

Culpar a Putin ha sido, como intento de distracción, un golpe maestro. Ya no se habla más de la fangosa fundación de Hillary o de su condición como filial de Goldman Sachs y el resto de Wall Street. Toda la atención se centró en el presidente Putin, que ha sido exageradamente demonizado por los políticos y medios de comunicación.

Todo esto exceptuando un pequeño error – un montaje de unos buques de guerra que se mostró al final de la Convención Democráta en un resplandeciente derrame de patrioterismo, vergonzosamente resultaron ser buques de guerra rusos!

Probablemente otro truco del terrible Putin, que ha llegado a reemplazar a Satanás en la mente de muchos estadounidenses. Y lo que es una alegría para el partido de la guerra es que esos cobardes Ruskis son ahora de nuevo el enemigo número uno. Mucho más divertidos que los desaliñados árabes. Ya se sabe: más bombarderos, más buques de guerra, más misiles, más tropas en Europa. Los malvados chinos rojos tendrán que esperar su turno hasta que el Tío Sam puede tratar con ellos.

Las convenciones siempre me parecen acontecimientos deprimentes. En lugar de ser la cuna de la democracia, me recuerdan a convenciones bufonescas de Shriners. O como el ingenioso asesor Democráta Paul Begala dijo, “Hollywood para gente fea.” ¿Qué, me preguntaba, estará pensando el resto del mundo al ver este espectáculo de mal gusto?

Una cosa que me sorprendió fue que la Convención prestó muy poca atención a la guerra estadounidense más larga de la historia, que todavía hace estragos en las montañas de Afganistán. Durante los últimos trece años, Estados Unidos, la mayor potencia económica y militar del mundo, ha estado tratando de aplastar a las tribus pashtunes de las montañas de Afganistán, cuyo principal pecado es oponerse ferozmente a la ocupación por parte de los estadounidenses y de sus títeres del opio afganos locales.

El santo presidente Barack Obama proclamó repetidamente que la guerra de Afganistán había acabado y escenificó retiradas de tropas falsas. Debió de haber creído a sus generales, que siguieron alegando que casi habían derrotado a la alianza de resistencia, conocidos como los Talibanes.

Pero la guerra estaba lejos de estar “a punto de ganarse.” El gobierno títere instalado por los Estados Unidos en Kabul del presidente Ashraf Ghani, un ex banquero, se mantiene sólo gracias a las bayonetas de los soldados estadounidenses y de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Sin constantes ataques aéreos, el régimen Ghani instalado por Estados Unidos y su tráfico de drogas habría sido barrido por los talibanes y sus aliados tribales.

Así que los EE.UU. siguen anclados en Afganistán. Obama no tuvo el valor de sacar a las tropas estadounidenses. Siempre débil en asuntos militares, Obama se inclinó a las demandas del Pentágono y la CIA para atrincherarse en Afganistán, no sea que los chinos rojos o Pakistán se hagan cargo de esta nación estratégica. La industria petrolera de Estados Unidos estaba decidida a asegurar sus rutas de oleoductos a través de Afganistán hacia el sur de Asia Central. India tiene puesto el ojo en Afganistán. No se podía permitir que los musulmanes derrotasen al ejército de Estados Unidos.

Mira lo que pasó con los soviéticos después de que admitiesen la derrota en Afganistán y se retirasen. ¿Por qué exponer al imperio de los EEUU a un riesgo geopolítico similar?

Con al-Qaeda con menos de 50 miembros en Afganistán, según el ex jefe de Defensa de EE.UU., Leon Panetta, ¿cuál fue la razón aparente de que Washington mantuviese guarniciones en Afganistán? El oscuro ISIS se está utilizando ahora como excusa para quedarse.

Esta larga guerra ha costado cerca de 1 billón de dólares hasta la la fecha – dinero prestado en su totalidad – y ha causado la muerte a 3.518 soldados estadounidenses1 y aliados, incluyendo 158 canadienses que cometieron el error de entrar en una guerra que ninguno de ellos entiende.

Nadie tiene el valor de poner fin a esta guerra sin sentido. Mientras tanto, decenas de miles de afganos están siendo asesinados. Lástima que nadie en las convenciones demócratas o republicanas tuviese tiempo de pensar en la guerra sin fin en el olvidado Afganistán.


1. 100 soldados españoles han fallecido hasta la fecha en Afganistán (N. del E)

Publicado originalmente el 31/07/2016.

Traducido del inglés por Verónica Santamaría, editoria de revista Libertario.es. El artículo original se encuentra aquí.

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