¿Por qué páleo?

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Este no es un artículo de teoría política, sino de opinión política.

[Nota editorial de Centro Mises: se recomienda la lectura de la nota editorial al final del artículo para entender correctamente qué fue realmente el momento paleolibertario del libertarismo rothbardiano durante alrededor de 5 años. Fue un grupo temporal y no una doctrina. Dadas las confusiones y malos usos del término que en ocasiones se hacen consideramos que las lecturas recomendadas en la nota final darán una mejor comprensión de un término que lastimosamente a veces ha sido manoseado para fines radicalmente distintos de su intención que nunca fue otra distinta que promover los ideales revolucionarios libertarios cuya raíz intelectual es el liberalismo laissez faire.]


Este artículo fue publicado en 1990 en el Rothbard-Rockwell Report.

El libertario «modal»

En el número de enero de 1990 de Liberty, Lew Rockwell publicaba un artículo «En defensa del paleolibertarismo», que ha puesto de cabeza al mundo libertario. Fue el artículo más comentado y polémico en la historia de esa revista y en realidad en muchos años del movimiento libertario.

La razón es sencilla: el mundo libertario ha estado hundido, durante años, en un letargo, en el mejor de los casos, y avanzando hacia la decadencia, en el peor. Ha estado caracterizado por la falta de nuevas ideas, de nuevos pensamientos o estrategias. En la última década, las ideas libertarias han estado avanzando y penetrando en todo el mundo, pero aparte del área especializada de la economía del libre mercado, las instituciones libertarias han estado constantemente tambaleándose y cayendo en una total irrelevancia en la cultura estadounidense. En lugar de enfrentar el reto del deterioro y la decadencia crónicos, los líderes del movimiento se han apiñado, agachado y reforzado desesperadamente a los que son objeto de sus engaños y timos, exactamente como sanguijuelas acelerando su vampirismo a medida que la sangre de sus portadores se hace cada vez más delgada y menos nutritiva.

1989, el año de la gloriosa implosión revolucionaria del comunismo/socialismo en Europa Oriental y la Unión Soviética, no ha presentado un mundo totalmente nuevo, con nuevos parámetros para la acción. Todos los demás grupos ideológicos, conservadores, liberales e izquierdistas han entendido, con distinto éxito, la necesidad de afrontar la nueva realidad revisando sus enfoques y estrategias. Como es habitual, solo los libertarios han actuado como si el mundo real no existiera y han continuado despreocupadamente jugando a sus jueguecitos. Entre esta persistente miasma, el artículo de Lew llegó como una chispa de animación, un clarín que anuncia que ha habido grandes cambios en el mundo real, amigos, y que es el momento de que nos despertemos y pensemos seriamente sobre lo que esto significa. Para todos los libertarios que siguen teniendo vivo el cerebro, el artículo de Lew anuncia un nuevo día de actividad útil y pensamiento creativo.

Por desgracia, es tan triste el estado en el que se ha sumido el movimiento que casi nada de este entusiasmo se ha reflejado en los muchos comentarios tedios y confundidos sobre el artículo de Liberty: casi todos no son sino las respuestas irritadas de osos a los que se les molesta en su larga hibernación. De hecho, la única crítica inteligente y sensata del artículo de Rockwell apreció no en Liberty, sino que la realizó Justin Raimondo en el número de marzo de Libertarian Republican Organizer.

¿Entonces por qué páleo? Como dice uno de los críticos de Lew, ¿por qué necesitamos otra palabra larga para añadir a la primera (libertarismo)? El resumen de la crítica habitual de la postura páleo es que estamos preparándonos para «expulsar» del movimiento libertario a todos los no páleos (definidos de forma variopinta como no burgueses o no religiosos). Es una exposición absurda de nuestra postura y parece reflejar una grave incapacidad para leer (o pensar).

En primer lugar, aparte del Partido Libertario, no hay ninguna organización con miembros en el movimiento de la que pudiésemos expulsar a nadie. Y respecto al PL, la mayoría lo hemos abandonado en cuerpo y todos en espíritu. Y en segundo lugar, ¿cómo puede una pequeña minoría (los páleos) expulsar a una gran mayoría?

Diferenciando

Así que no se ha entendido bien la cosa. Se trata de que el nuevo movimiento páleo, incluyendo el nombre, nos diferencie del movimiento más general, para encontrar e inspirar a otros páleos y para formar nuestro propio movimiento independiente y autoconsciente.

Decimos, en resumen, que la libertad es grande y no queremos debilitarla ni diluirla en lo más mínimo, pero que para nosotros, a largo plazo, no basta. Seguimos siendo libertarios declarados, pero no estamos dispuestos a transigir, como movimiento, solo en la libertad. Insistimos en la libertad plus.

Hemos dicho que cierta matriz intelectual es esencial para la libertad. Puedo entender por qué los libertarios deben ser atrevidos ante este tipo de formulación; por ejemplo, el teórico político de Oxford, John Gray, en el reciente año, señaló su abandono del liberalismo clásico (ya una forma aguada de libertarismo) hablando de la necesidad de cierta cultura además de la libertad: este tipo de habla es casi siempre el preludio para reclamar el poder del Estado (indudablemente lo es en el caso de Gray).

Pero no se trata de eso, aunque estoy de acuerdo en que la libertad tenderá a florecer más en una cultura burguesa y cristiana. Estoy dispuesto a conceder que se puede ser un buen libertario declarado y aun así ser un hippie, un antiburgués y anticristiano agresivo, un drogadicto, un gorrón, un tipo rudo e intolerable e incluso un abierto ladrón.

Pero se trata de que los páleos ya no queremos ser colegas de movimiento con este tipo de gente. Por dos razones independientes y poderosas, cada una de las cuales sería lo suficientemente buena como para formar un movimiento páleo diferenciado y distinto. Una es estratégica: que ese tipo de gente, por razones evidentes, tiende a desagradar, en realidad a repeler, a la mayoría de la «gente real», gente que o trabaja para ganarse la vida o tiene una nómina, gente de clase media o trabajadora que, en la vieja y gran expresión, disfruta de «medios visibles de subsistencia».

En el Partido Libertario, la prevalencia de este tipo de gente ha mantenido bajos e incluso en disminución el número de miembros y de votos. Pero también en el movimiento general, esta gente desharrapada casi tuvo éxito en hacer de la gloriosa palabra «libertario» un tufo en las fosas nasales de todos, sinónimo de tarado o libertino. En este momento, la única forma de salvar el glorioso nombres y concepto de «libertario», es unirle el prefijo «páleo» y dejar así clara la distinción y diferenciación.

Pero nuestras razones no son solo estratégicas. Pues entre la gente repelida estamos nosotros y aunque evidentemente tenemos un alto nivel de tolerancia, ha acabado por excederse y con una sensación de alegre alivio nos quitamos la porquería del libertario estándar o «modal» de las suelas de nuestros zapatos.

Cuando en Libertarian Forum solía bramar contra la gente irreal y los chalados, llamándoles luego luftmenschen [desharrapados], era tratado como un fanático amable u odioso, pero lo importante es que estas posturas políticas no se adoptaban de ninguna forma relevante para mi doctrina libertaria. Son relevantes, aunque en un plano distinto del de la propia doctrina. Pero el caso es que ya no puede ser aceptable olvidar la parte «páleo» de la ecuación.

Pero si nosotros somos los «páleos», ¿quiénes son los otros tipos? Como las palabras están en un plano discursivo distinto, la simple palabra «libertario» no puede bastar. Por tanto hemos llamado a los otros tipos, a nuestra oposición por así decirlo, como los «nihilo-libertarios» o «nihilos», con el resto de los libertarios, tal vez la mayoría, como confusos en el medio que aún no son conscientes de esas distinciones. Muchos de estos son instintivamente «páleos» sin ser conscientes de ello.

No hay forma de conocer las cifras precisas, pero después de casi cuarenta y cinco años como activista en el movimiento libertario, estoy seguro de una cosa: que los nihilos, sean o no una mayoría numérica, son por desgracia los libertarios típicos o «modales». [El «modo» es un concepto estadístico que designa esa clase o categoría que tiene la mayor frecuencia de miembros].

Lew Rockwell y yo hemos sido muy críticos con el Partido Libertario, especialmente desde la debacle de la convención nacional de Philadelphia en septiembre del año pasado. Pero aunque el Partido Libertario sea realmente irremediable y no haya estado realmente sometido a crítica suficiente, no es el único problema. Pues el Partido es sencillamente la institución más visible y más organizada del movimiento. La enfermedad del Partido es solo el reflejo visible de la podredumbre en la raíz del movimiento en su conjunto.

Pero eso ni Lew ni yo reclamamos un nuevo Partido Libertario o una inmediata sustitución como una institución sustitutiva de masas para el movimiento. La enfermedad es mucho más profunda y por tanto la solución debe ser mucho más radical y por desgracia debe tomar más tiempo que otra rápida reparación. El primer paso es independizarnos en crear nuestros propios órganos e instituciones paleolibertarios, empezando, por supuesto por el propio RRR.

Retrato del libertario «modal»

Lo más fácil es empezar nuestra definición de «páleo» explicando lo que no somos, aquello de lo que estamos decididos a renunciar. Y la forma más fácil de explicar esto es describir nuestro retrato del libertario modal [N. del T.: podría también traducirse como libertario por moda], su naturaleza y actitudes.

Y el libertario modal (a partir de aquí, LM) es realmente «él» porque el movimiento, por supuesto, ha sido siempre abrumadoramente masculino. Y por desgracia las pocas activistas libertarias femeninas sufrieron mucho el mismo síndrome que los varones.

El LM estaba en la veintena hace veinte años y ahora es un cuarentón. Esto no es ni tan banal ni tan benigno como suena, porque significa que el movimiento no ha crecido en realidad en veinte años: la misma gente deprimente simplemente se ha hecho veinte años mayor. El LM es bastante brillante y conoce bastante bien la teoría libertaria. Pero no sabe nada y le preocupa menos la historia, la cultura, el contexto de realidad de los asuntos del mundo. Su única lectura o conocimiento cultural es la ciencia ficción, de la que el LM es un experto y que le hace mantenerse bastante bien aislado de la realidad. Como consecuencia, el miembro medio de las filas de la secta trotskista más inútil sabe mucho más de los asuntos mundanos que todos los líderes libertarios, salvo un pequeño puñado de ellos.

El LM, por desgracia, no odia al Estado porque lo vea como el único instrumento social de agresión organizada contra personas y propiedades. Por el contrario, el LM es un adolescente rebelde contra todos a su alrededor: primero, contra sus padres, segundo, contra su familia, tercero, contra sus vecinos y finalmente contra la burguesía de la que nació, contra las normas y convenciones burguesas y contra instituciones de autoridad social como las iglesias. Así que, para el LM, el Estado no es un problema único, solo es la más visible y odiosa de muchas instituciones burguesas odiosas, de ahí el placer con el que el LM porta la insignia «Cuestiona la autoridad».

Y de ahí, por tanto, la hostilidad fanática del LM hacia el cristianismo. Yo solía pensar que este ateísmo militante era simplemente una derivación del randismo del que surgieron la mayoría de los libertarios hace dos décadas. Pero el ateísmo no es la clave, pues dejad que alguien en una reunión libertaria anuncie que es una bruja o un adorador del poder de los cristales o alguna otra sandez New Age y será tratado con gran tolerancia y respeto. Solo los cristianos están sometidos al abuso y está claro que la razón para esta diferencia de trato no tiene nada que ver con el ateísmo. Pero tiene todo que ver con rechazar y despreciar la cultura burguesa estadounidense: se animará cualquier tipo de causa cultural excéntrica para tocar las narices de la odiada burguesía.

De hecho, la atracción original del LM por el randismo era parte importante de su rebelión adolescente: ¿qué mejor manera de racionalizar y sistematizar el rechazo de tus padres, familia y vecinos que unirte a un culto que denuncia la religión y proclama tu absoluta superioridad y la de los líderes de tu culto frente a los robóticos segundones que supuestamente pueblan el mundo burgués? Además un culto que te reclama despreciar a tus padres, familia y socios burgueses y cultivar la supuesta grandeza de tu propio ego individual (apropiadamente guiado, por supuesto, por el liderazgo randiano).

Hay cierto encanto vulgar hacia un adolescente que se rebela con veinte años; sin embargo, con cuarenta las mismas actitudes y perspectivas se convierten en odiosas. El encanto ha desaparecido. Los críticos de Lew Rockwell pasan convenientemente a la suposición de que él y yo hemos estado atacando sus notables pelos, modales y ropa «hippie». Pero esa es una visión muy superficial. Lo único bueno del hippismo es que hace fáciles de descubrir a los nihilos modales. Pero incluso aquellos LM que parecen personas reales, que llevan chaqueta y corbata, realmente no lo son. Lo importante es la personalidad, las actitudes.

En resumen: el LM, si tiene una ocupación en el mundo real, como contable o abogado, es generalmente un abogado que no practica, un contable sin trabajo. La ocupación modal del LM es programador informático, el LM era un fanático informático antes de la invención de la computadora personal. Las computadoras atraen realmente la inclinación científica y teórica de los LM, pero también atraen su agravado nomadismo, a su necesidad de no tener una paga o vivienda normales. Además, es fácil calificarte como «consultor informático» cuando lo que realmente eres es un desempleado.

El LM también tiene la mirada lejana del fanático. Puede acorralarte a la primera oportunidad y estar mucho tiempo hablando de su propio «gran descubrimiento» o sobre su magnífico manuscrito que estaría reclamando su publicación si no fuera por los poderes fácticos. Como todos los fanáticos, no tiene ningún sentido del humor: su idea de algo gracioso es alguien al que se le queman los pies.

Pero por encima de todo, el LM es un sablista, un artista del fraude y a menudo directamente un ladrón. Su actitud básica hacia otros libertarios es «Tu casa es mi casa». ¿Cuántos libertarios con el raro privilegio de vivir en un piso o casa no han tenido el gusto de oír el timbre de la puerta y encontrarse con algún tipo en el umbral que dice algo así como «Hola, tío, soy un libertario» y espera que le acoja esa noche, esa semana o lo que sea? ¿Cuántos libertarios han tenido que echar al relente a esa gente? En resumen, los libertarios, articulen o no esta «filosofía», son libertarios-comunistas: de cualquiera con propiedad se espera automáticamente que la «comparta» con los demás miembros de su extensa «familia» libertaria.

Los paleolibertarios somos gente que está diciendo por fin: «¡Basta!» Estamos hasta la coronilla y no vamos a tolerar más. Como señalaré en una publicación futura, los gloriosos acontecimientos de 1989 que han acabado con la Guerra Fría han hecho posible y viable una alianza con los «paleoconservadores», una reconstitución de la vieja derecha. Pero nuestro creciente disgusto con nuestros camaradas del movimiento libertario es un fenómeno independiente, aunque encaje bien con nuestro nuevo movimiento y nos haya dado la palabra «páleo».

Hace años, cuando estaba lamentándome con un viejo amigo acerca de las tonterías del movimiento libertario, este me aconsejó: «Afrontémoslo. En un movimiento excéntrico, vas a conseguir un montón de excéntricos». Es verdad, pero nuestras ideas no son tan excéntricas. Aunque todos los movimientos son recipientes imperfectos para sus ideas puras, la maravillosa doctrina libertaria no es concebible que merezca esto. Una vez mi viejo amigo Ralph Raico, comentando sobre alguna atrocidad o algo parecido del movimiento, tomó esta cita maravillosa de la película El padrino, cuando Lee Strasberg, en el personaje de Meyer Lansky estaba dando homilías de Viejo Mundo a Corleone: «Cuando mataron a Moe (los Corleone) ¿dije algo? ¿Hice preguntas? No, porque me dije: Este es el negocio que hemos elegido».

Ralph parafraseó esto como «Este es el movimiento que hemos elegido». Vale. Eso funcionó como cierto consuelo durante años. Pero los páleos hemos terminado. Nos vamos. Deselegimos el movimiento. Vamos a formar un movimiento nuevo propio: el paleolibertarismo.


 Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. Revisado Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.


Nota editorial:

Se recomienda enfáticamente la lectura del siguiente artículo, “Mitos y verdades del Rothbard paleolibertario” (2000), para entender mejor y correctamente el fenómeno paleolibertario, en este caso lo que concierne a la figura de Murray Rothbard. Igualmente, y en el mismo afán aclarativo y para también comprender el lugar que ocupó realmente el paleolibertarismo en el activismo libertario (como la peculiar estrategia que fue llevada a cabo en la alianza libertaria-paleoconservadora de los noventa para reivindicar el mismo libertarismo de antaño y bien entendido de siempre y así llevarlo al ciudadano común, así como para generar una revuelta dentro de la derecha en contra del amplio movimiento conservador predominante de inspiración bucklista y anticomunista que incluía solapadamente a los neoconservadores), se recomienda las lecturas indicadas más abajo, Por cierto, el mismo Rothbard fue abandonando esta intención activista poco antes de su muerte. El paleolibertarismo fue un movimiento, una estrategia, un enfoque y una corriente de activismo libertario que finalmente llegaría a su fin para ser evaluada posteriormente por sus otros protagonistas libertarios más importantes, entre ellos, Hans-Hermann Hoppe y Llewellyn Rockwell. Con las lecturas recomendadas en esta nota editorial, un entendimiento correcto del asunto puede ser finalmente adquirido. Las otras lecturas recomendadas, aparte de la recomendada inicialmente, están aquí abajo:

¿Te consideras un libertario? (Llewellyn Rockwell, 2008)

Lo que aprendí con el paleoísmo (Llewellyn Rockwell, 2002)

Mi experiencia con el conservadurismo: lo bueno y lo malo (Hans-Hermann Hoppe, 2010)

Como lectura adicional, se recomienda la siguiente entrevista que le hicieron a Lew Rockwell en 1999:

El libertarismo y la vieja derecha

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