Información médica y burocracia. F.A. Hayek y el uso del conocimiento médico

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&NCS_modified=20131009110413&MaxW=640&imageVersion=default&AR-308219901La profesión médica atrae adeptos a sus principios por su caudal de conocimiento, por la eficacia de sus atenciones y por sus adorables actitudes. No se especializa en la coerción.  Sólo en sentido metafórico es una fuerza. La Medicina privada debe hacer siempre sugerencias al paciente, no exigencias, y un tratamiento prescrito siempre es sometido al consentimiento voluntario del paciente, que ha sido informado sin sesgos sistemáticos procedentes de fuera.

Los arreglos con terceros pagadores han alterado en sus fundamentos la naturaleza de esta interacción.

La función de la información médica:La interacción entre el profesional médico y el paciente es en gran medida un intercambio de información. El paciente proporciona al profesional médico información sobre sus síntomas, antecedentes médicos, trasfondo familiar y una información menos cuantificable, como son sus creencias, motivaciones y patrones de conducta. El profesional analiza entonces esta información, y puede hacer un diagnóstico y sugerir un plan de tratamiento. Durante la mayor parte de la historia, el intercambio de información entre el profesional médico y el paciente ha sido privado, siendo la satisfacción del paciente el determinante primario del éxito médico.

El siglo XX ha visto un declive en la importancia relativa de la satisfacción del acierte, al tiempo que una tercera parte con poder coercitivo sobre profesionales médicos y pacientes —el gobierno civil— comenzó a entrometerse en el intercambio de información. Al contrario que en la práctica médica privada, el legislador civil no depende del consentimiento voluntario, y de hecho, parece estar acelerándose el uso de una coacción no ocultada. Satisfacer a un paciente que consiente voluntariamente ha ido haciéndose menos importante que satisfacer los requerimientos de una autoridad central que declara tener interés en el bienestar del paciente.

Conforme la práctica médica se ha hecho más responsable con el Estado regulador se ha hecho ineluctablemente menos responsable con el paciente. Se ha producido un incremento correspondiente en los requerimientos de transmitir a la autoridad central información sobre un paciente — y también sobre las actuaciones del profesional médico con ese paciente — . Los planes de seguro médico, en lugar de ser un componente transmisor de información en un mercado libre, se han convertido sustancialmente en otro brazo de la autoridad central del gobierno, como consecuencia de los requerimientos deformadores de mercado de los contratos mandados por el gobierno y en favor del beneficio de un prepago por impuestos.

En este entorno el profesional médico se esfuerza para comprimir un complejo proceso de decisión en un informe que va dirigido a la autoridad central. Debido a la naturaleza de la información médica, hay bits de información relevante que no serán comunicados — no pueden serlo—. Y sin embargo, los intermediarios en una oficina central caen víctimas de una arrogancia fatal. Las resmas de agregados estadísticos que fluyen a sus oficinas — el número de reacciones adversas a medicamentos, el numero de errores de medicación en hospitales, el número de diabéticos no diagnosticados, la duración media de estancias hospitalarias para fallo cardíaco congestivo — contribuyen a la creencia de que estas voluminosas corrientes de datos proporcionan conocimiento suficiente para el control.

Se extraen conclusiones condenatorias, disfrazadas eufemísticamente de “oportunidades de mejoría.” Si bien, a veces, estas pueden ser realmente oportunidades legítimas de mejoría, casi siempre son oportunidades para los centralizadores de ejercer un mayor control y una mayor coerción.  Los métodos coactivos incluyen “directrices” que van adjuntas a sanciones económicas y legales para las desviaciones, procesos judiciales, revisiones por pares simuladas, juntas activistas de acreditación, una vida de infamia en el National Practicioner Data Bank, (Banco de Datos Nacional de Profesionales), métodos de tratamiento prohibidos, y procesos penales para variaciones en la facturación o prescripción controlada de medicamentos.

Los centralizadores son propensos a olvidar que los matices de la situación de cada paciente  impiden la adherencia rígida a cualquier tratamiento “estándar”. La medicina privada puede no pretender tener el monopolio sobre la mejor manera de definir el problema o cómo aliviarlo para cada paciente particular . La medicina privada se ver forzada por la competencia a recordar que los estudios de grupos de personas descubren cosas en común, pero su aplicación a las necesidades particulares necesita un dictamen final. La ciencia de la terapéutica procede en gran medida de descripciones estadísticas de grupos.

El médico debe decidir qué estudio encaja mejor para cada paciente. Si un estudio por lo demás relevante incluyó pocas mujeres, pero la paciente de hoy es una mujer, ¿es útil para su aplicación?. Los estudios son como una serie de arreglos escénicos posibles. El médico decide qué escenario es el mejor para actuar fuera del papel con cada paciente. El Programa Nacional de Educación sobre el Colesterol dice de usar estatinas bajo ciertas condiciones. Pongamos que un paciente concreto tiene una de esas condiciones, pero tiene problemas para pagarse todas sus medicaciones. La reducción del colesterol, en este caso ofrece muy poco “provecho para el gasto”. El médico aconseja omitir la estatina.
El argumento de los estatistas médicos de que cualquier tratamiento médico implica un sacrificio de otros bienes es objetable. Si bien, los cuidados médicos compiten con otros bienes y servicios, tal vez no médicos, que también contribuyen a la salud de las personas. Los recursos que se dedican a medicamentos podrían haber sido gastados en un coche marginalmente más seguro, un detector de monóxido de carbono o un pasamanos en unos escalones.
Las empresas farmacéuticas producirán una contribución marginal a la salud decreciente, y en su esfuerzo pòr producir salud continuar añadiendo medicamentos indefinidamente  podría terminar reduciendo salud. Insistir en el uso de un nuevo medicamento podría disminuir la salud de una persona si restringe a la persona a una mezcla subóptima de cuidados médicos en favor de otros bienes y servicios. El mayor espectro de alternativas tenidas en cuenta por el paciente y el médico privado puede superar al punto de vista invariablemente más estrecho de un controlador central.
La economía de los conocimientos médicos
Los centralizadores de la práctica médica se están enfrentando a una insuficiencia de conocimiento a la cual algunos economistas se han referido remontándose hasta la propia naturaleza del conocimiento. Hace seis décadas, el economista Friedrich A. Hayek observó que el problema de comunicar información relevante a un planificador económico central posiblemente es insuperable, debido a que con frecuencia la mayoría de la información pertinente es de tal naturaleza que no puede ser registrada y transmitida a una oficina económica central.
Los economistas han fallado — sugería Hayek — en que han estado haciéndose las preguntas equivocadas. Los economistas han estado buscando el mejor sistema económico, “si poseemos toda la información relevante, si podemos comenzar desde un sistema dado de prioridades, y si disponemos de un conocimiento completo de los medios disponibles …” Hayek mostró que esta aproximación es equivocada, debido a que nadie puede tener nunca toda la información relevante o puede tener la certeza de las prioridades individuales. Incitados por la masa de estadísticas agregadas y ríos de otros datos a una confianza excesiva, los que están en los centros de control no se dan cuenta de sus profundas limitaciones, que provienen de su ignorancia sobre las particularidades locales.
Por ejemplo, los controladores centrales de la asistencia médica pueden saber que los inhibidores de la enzima conversora de la angiotensina, (IECA) son generalmente buenos para controlar la insuficiencia cardíaca congestiva, pero no saben que 20 años de experiencia con Mrs. Askins han demostrado su incapacidad invariable para aclararse con cualquier programa farmacológico que incluya más de tres medicamentos. Ella toma ya otros tres medicamentos, más importantes, incluso, que los IECA, y no existe ningún miembro de la familia en quien se pueda confiar, que pueda estar junto a la paciente y ayudarle a tomarse las cuatro medicaciones cuando toca. Su insuficiencia cardíaca no es un problema sintomático en este momento.
La profesión médica afronta hoy el mismo problema que señalaba Hayek. Algunos éxitos tempranos aparentes en la salud pública parecían indicar que el control central podía ser beneficioso. Ciertamente, la información que se reúne en los nodos centrales no es inevitablemente inutilizable. Un funcionario de la salud pública puede ver epidemias cuyos casos están demasiado espaciados en el tiempo y espacio para ser detectadas por un médico individual. Esa visión del funcionario de salud pública puede ser transmitida a los médicos individuales y al público para el bien, prácticamente, de todo el mundo.
Sin embargo, si bien la epidemiología está implícita en la mayoría de los encuentros con pacientes, solo en unos pocos es el factor determinante. Lo que importa en el tratamiento de los pacientes varía enormemente en cada encuentro. Para Mr. Murphy, lo que importa es que se atienda su temor a tener cáncer de cólon. Para Mrs. Waters lo que importa es que las visitas en la clínica sean breves. Mr. Holder quiere que se alivie su dolor. Mrs. Johnson no puede permitirse más que cuatro de los seis medicamentos que son recomendables para ella, y tiene problemas de transporte yendo y viniendo de la clínica donde se le atiende.
No puede esperarse nunca que los datos agregados incluyan la miríada de asuntos particulares. El punto de vista de una administración central siempre pasará por alto muchas variaciones individuales, pero sin embargo, siempre que el poder de toma de decisiones sea apartado del binomio cliente-vendedor de un bien o servicio en el mercado, las decisiones, inevitablemente, serán tomadas basándose en datos agregados. Cuando el control pasa a las manos de una entidad que mide el éxito o fracaso por la continuidad en el poder político en lugar de por la satisfacción del receptor de ese bien o servicio, aparecerán como resultado ineficiencias y reglas frustrantemente pedantes.
El economista austríaco Ludwig von Mises argumentó que la burocracia, con su inatención a los detalles específicos relevantes,  termina midiendo inadecuadamente el éxito. En una economía de mercado, los beneficios y pérdidas señalan si los clientes percibieron o no si sus necesidades habían sido cubiertas. Cuando el mercado es sustituído por una tercera parte pagadora, en especial, por el Estado, el beneficio deja de ser el criterio del éxito, y el resultado son conflictos irreconciliables sobre el mejor uso de los recursos limitados.
El problema no es la propia burocracia — simplemente es una consecuencia de la decisión de desplazar la autoridad hacia el Estado. Mises escribe: “Existe un área, a saber, el manejo del aparato gubernamental, en el que se requieren por necesidad métodos burocráticos. Lo que la gente de hoy en día considera perjudicial no es la burocracia en sí misma, sino la expansión del ámbito en el que se aplica esta burocracia”. (2, p. 48)
“La administración pública, el manejo del aparato coercitivo del gobierno, necesariamente tiene que ser formalística y burocrática. Ninguna reforma puede eliminar los rasgos burocráticos de las oficinas gubernamentales. Es inútil culparlas de su lentitud y negligencia. Es vano lamentar el hecho de que la asiduidad, precaución, y meticulosidad del trabajo del funcionario oficial es, generalmente, inferior al de un trabajador de empresa privada.… En ausencia de una vara de medir incuestionable sobre el éxito y el fracaso es casi imposible para la mayoría de la gente encontrar un incentivo mejor para el máximo esfuerzo que el que proporciona fácilmente el cálculo monetario efectuado por negocios que buscan beneficios. No tiene sentido criticar la observancia pedante de las reglas y regulaciones rígidas por parte de los burócratas. Tales normas son necesarias si se desea que la administración pública resbale de las manos de los ejecutivos más altos y degenere en una supremacía de los funcionarios subordinados. Estas normas son, además, la única forma de mantener la supremacía de la ley en el manejo de los asuntos públicos y en proteger a los ciudadanos de arbitrariedades despóticas.” (2, p. 131)
Aplicando esto más específicamente a la cuestión sobre la que estamos tratando, podemos observar que debido a que la Medicina ha ido dejando de ser un acuerdo de provecho mutuo entre el médico y el paciente, y debido también a que el gobierno se ha convertido en el pagador y el controlador, esa “gestión burocrática” que menciona Mises ha terminado convirtiendose en una característica de la Medicina.
En la búsqueda de una medida del éxito o fracaso, los controladores centrales se ciñeron a lo que es medible, aunque sin disponer de las claves cruciales que proporcionan las evidencias monetarias de la satisfacción de los pacientes. En cualquier caso, las cosas medibles y comunicables a un controlador central no son necesariamente las más importantes en el cuidado de los pacientes. Cuando se proporcionan cuidados médicos a las personas individuales, las cosas que más frecuentemente importan son aquellas que no se prestan a ser contabilizadas.
Más aún, cuando un médico hace esas cosas que son importantes y no medibles, y deja de hacer las cosas triviales que son, sin embargo, medibles y fácilmente comunicables, el controlador central encuentra a ese médico deficiente. Cuando los médicos ajustan su aproximación clínica a la satisfacción de los controladores, dejan, a veces, a sus pacientes sin la atención que necesitan y desean. Cuanto más poderoso es el controlador central, más probable es que el médico se esfuerce más en satisfacer al controlador que al paciente.
Así, se llegan a hacer cotidianas absurdidades trágicas. La familia en la cabecera de un paciente moribundo recibiendo las últimas horas de consuelo terminal puede recibir la visita de una enfermera preguntando si el paciente ha recibido alguna vez una vacuna para prevenir neumonía debido a que alguien, en el nodo central de información, ha detectado que un gran número de pacientes con enfermedades respiratorias son dados de alta sin ninguna documentación de haber recibido esta medicación preventiva. El hospital ha sido mencionado por este motivo y se defiende introduciendo una política de interrogatorios obligatorios. La familia es molestada por los mensajes dobles y las expectativas de supervivencia. Un paciente  a quien consume la preocupación de que su adormecimiento y hormigueo puedan ser señales de AVC es retrasado en su atención por la inserción por parte de su médico de filtros solares en la agenda. El médico está atendiendo a su necesidad de no ser hallado deficiente en una auditoría.  Las necesidades del paciente son puestas en espera.
El comentario de Hayek sobre los economistas es aplicable a los médicos:
“Una razón por la que los economistas son cada vez más propensos a olvidar los pequeños y constantes cambios que tienen lugar en el cuadro económico general es probablemente su creciente preocupación por los agregados estadísticos, que muestran una estabilidad mucho mayor que los movimientos particulares., (1, p. 523-524)
Hayek continúa: “… el tipo de conocimiento que me preocupa es el conocimiento del tipo que por su naturaleza no puede entrar en las estadísticas,  y,  en consecuencia, no puede ser trasmitido estadísticamente a ninguna autoridad central”, (1, p.524)
Centralización y auditorías enfocadas a la enfermedad:
Las enfermedades son construcciones agregadas que, aunque normalmente tienen un sine que non, raramente muestran un patrón congruente de un paciente a otro. El hipotiroidismo se manifiesta en un amplio rango de síntomas, por ejemplo. Declarar que un conjunto de manifestaciones en un paciente se cataloga como una enfermedad particular es hacer un juicio de valor sobre si el paciente cae en este o  aquel lado de una línea borrosa.
Por consiguiente, la aseveración por parte de un médico de que un paciente tiene una determinada enfermedad es una decisión, (como algo contrapuesto a un descubrimiento), sobre una serie de síntomas que siempre variarán en tipo y grado de un paciente a otro La figura 1 muestra las variables que pueden influir en la decisión de un médico sobre si un paciente, (“John Doe”), tiene cierta enfermedad. Toda conclusión sobre este caso ficticio podría ser debatible.  La variedad de manifestaciones de una enfermedad, y la consecuente imposibilidad de conclusiones que no sean ambiguas significa que aquellos que están en posesión de solo un sumario digitalizado de la condición del paciente y de las decisiones subsiguientes del médico no pueden juzgar la actuación del medico en un caso particular.
Además, se espera de los médicos cada vez más que proporcione tales sumarios a las burocracia. s centrales, que se han hecho últimamente más inclinadas a concluir que su posesión de estos datos limitados es suficiente para evaluar la veracidad y competencia del médico. La planificación central del cuidado de un ser humano ha progresado más allá de los meros gráficos algorítmicos a colecciones de ordenes detalladas a los hospitales. Estas colecciones pueden ser vistas como recordatorios ahorradores de tiempo y de precaución, y pueden ser alterados según se requiera. O pueden ser interrogatorios que consumen tiempo pidiendo razones detalladas para decisiones que pueden no ser fácilmente expresadas objetivamente.
Hayek escribió sobre la imposibilidad de reducir toda la información a un conocimiento medible “científico”, y recordó a los lectores sobre la importancia del conocimiento particularizado:
“Hoy constituye casi una herejía sugerir que el conocimiento científico no es la suma de todos los conocimientos. Pero una pequeña reflexión mostrará que queda fuera de la cuestión un cuerpo de conocimiento muy importante, aunque no organizado, que posiblemente no pueda ser llamado científico en el sentido del conocimiento de las reglas generales. Es con respecto a esto que prácticamente todo individuo tiene cierta ventaja sobre todos los demás debido a que posee una información única que puede utilizarse, pero solamente puede utilizarse si las decisiones que dependen de ella son tomadas por él o al menos con su cooperación activa. (1 p 525)”
El requerimiento básico para cuidar a los pacientes es tener una relación con ellos. Las relaciones no son solo complejas, sino altamente subjetivas. ¿Cómo puede uno comunicar que Mr Anver ha mostrado durante los años ser estóico, mientras que su hermana es histriónica? Las pequeñas caras de emoticono del “quinto signo vital” que es el dolor en los registros tienen la pátina de objetividad que detona sistemas repetitivos automatizados de acción institucional. Se es castigado si se sale uno de la rutina determinada centralmente.
Supongamos que en un paciente no se ha obtenido ambulatoriamente la hemoglobina glicosilada porque habría consumido el dinero necesario para la medicación para tratar la diabetes. En este caso el médico prefiere proceder sin la información antes que dejar al paciente sin medicación. Esto es aceptable en el registro, pero algunos revisadores examinarán solo las peticiones de laboratorio y no verán esta anotación. Entonces sucede que el médico se puede ver frente a los inquisidores. Los intentos múltiples de la autoridad central de interferir con la práctica médica desgastan al médico y degradan la calidad de la atención. Más que verse amarrado en una playa infestada de cocodrilos y comido en varios mordiscos, el médico se ve amarrado junto a un hormiguero y condenado a un millar de pequeñas regulaciones mínimas.
En la actualidad, grandes cantidades de pacientes se ven atascados en un sistema caro que funciona de acuerdo con la teoría  del valor de Karl Marx. La practica médica se ve enclaustrada en un sistema de “terminología procedural actualizado” que sumariza todo el valor subjetivo del encuentro médico-paciente en una falsa objetividad codificada en un número de 5 cifras.
Los pagadores toman sus decisiones a partir de palabras escritas en papel o en un archivo informático, no de la experiencia del encuentro médico-paciente. Insisten en que, en lo que se refiere a pagos,  si algo no fue escrito y consignado, no ocurrió. Así, basándose en una absurdidad de que todo lo que es importante fue escrito, proceden a auditar palabras. ¿Cuántas palabras fueron dedicadas a cuestiones sobre el sistema pulmonar? Cuántas palabras fueron dedicadas a la historia familiar y cuántas al exámen de articulaciones, a la revisión de rx, etc… Los puntos correspondientes a cada sector son computados en una fórmula compleja y de poca fiabilidad, y el resultado en puntos, en el monto del pago.
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De este modo, un paciente que ha sido tratado por un médico que le ha conocido bien durante muchos años, que tiene años de experiencia y una excelente trayectoria de éxitos puede ser pagado por la misma cantidad o menos que un médico novato que no es igualmente sagaz médicamente, y que trata al paciente por segunda vez. En un mercado libre el paciente probablemente habría valorado más al primer médico. En nuestro marxista sistema de pagos, el segundo médico es más pagado si es experto en generar las palabras que cuentan.
Auditar palabras en lugar de significados interpersonales lleva a una medicina de segunda categoría. Sobre este esquema, Hayek dice: “ … en un sistema en el que el conocimiento de los hechos relevantes está disperso entre mucha gente, los precios pueden actuar para coordinar las acciones separadas de gente diferente del mismo modo que los valores subjetivos ayudan a los individuos a coordinar las partes de su plan.[1 p. 526]”
Sin embargo, en esta coordinación el controlador central se ve grandemente perjudicado:
“incluso una mente controladora única, en posesión de toda la información de un sistema económico más bien pequeño y autosuficiente, no podría actuar -en todo momento sería necesario hacer pequeños ajustes en la asignación de recursos- teniendo en cuenta todas las relaciones entre fines y medios que posiblemente podrían verse afectadas” [1 p.525]
Éste es, exactamente, el estéril ejercicio que pretende el sistema de códigos CPT, (Current Procedural Terminology, [en español: Terminología Actualizada de Procedimientos, n. del t.]). La afirmación de Hayek ha encontrado un apoyo observacional en el hecho de la codificación CPT no puede cargar con el peso que se ha puesto sobre sus espaldas. [3]
El médico que “méramente” conoce el paciente y sus condiciones locales se ve desfavorablemente comparado con el médico altamente competente en una enfermedad particular, un sistema orgánico o una habilidad manual. Hayek describe la actitud hacia este segundo tipo de conocimiento:
“Es un hecho curioso que este tipo de conocimiento tiende a ser considerado en la actualidad, con cierto menosprecio, y que cualquiera que por medio de tal conocimiento gana ventaja sobre otros mejor equipados con conocimientos teóricos o técnicos es considerado como que ha actuado de una forma casi vergonzosa”, (1 p. 525)
Aquí está la grieta en la que varias asociaciones e instituciones médicas insertan su cuña auto-ungida de autoridad central. No estamos tratando la insuficiencia cardíaca correctamente. Estamos pasando por alto diagnósticos de diabetes. No se está previniendo la embolia pulmonar”.
Es realmente rara la auditoría que destapa tales deficiencias, y procede después a inquirir sobre las razones de cada una en particular. ¿Podrían haberse dado causas convincentes del acto de omisión? El fallo en tratar de acuerdo a los niveles de un “estándar de asistencia” presume la capacidad de escribir en un estándar que omite los conocimientos sobre la circunstancia y la persona.
Oímos la exigencia quejumbrosa: “¿Cómo se atreve a no utilizar una aproximación estándar para esta enfermedad?” . Los médicos deberían contestar pidiendo:, “¿Cómo se atreve a imaginar que conocer esta enfermedad es suficiente para determinar el estándar de atención? ¿Son los pacientes como cifras, que importan tan poco?” No es correcto suponer que la variación introducida por las circunstancias particulares del paciente es mínima; esa variación es de importancia capital.
Aunque a la mayoría de los pacientes individuales que buscan atención primaria se le deniegan los beneficios del mecanismo de precios del mercado, ha surgido un mercado boyante que ofrece servicio a las difíciles y peligrosas relaciones entre pacientes, médicos y los supervisores procedentes de terceras partes aseguradoras.  Las frustraciones de los seguidores centrales al respecto de la intratabilidad de sus subordinados médicos se deben a la magnitud de las sanciones por desobedecer a sus directivos.
Los temores de los médicos dan lugar a un mercado lucrativo que no está al servicio de las necesidades médicas reales, sino a aliviar su deseo de seguridad frente a una posible ruina profesional y financiera. Por ejemplo, se dice de que Newt Gringich ha fundado un lucrativo Centro para Transformación de Salud, cuya pieza central es un registro electrónico respaldado por la legislación federal. No hay nada tan beneficioso para un negocio como convertir la adquisición de tu producto en una actuación profesional. Desde la perspectiva de salud real, sin embargo, realmente esto es mala investigación.
Como otro ejemplo más, el Comité Nacional para la Garantía de Calidad, (NCQA) promueve su idea de que puede distinguir, a partir de los datos agregados de laboratorio y revisión de registros, quién es y quién puede que no sea un médico de buena calidad. Por solicitar su reconocimiento, (o publicidad), los médicos pagan al NCQA 450$.
Resúmen
Las exigencias insaciables de la línea de producción en cuanto a vigilancia, feedback,  control y pagos, distraen la atención del médico de su paciente. Las industrias buscan la uniformidad de método y de producto. El cuidado médico está incrustado en individualidad.
Hayek podía muy bien haberse referido a médicos personales cuando escribió:
“Tan solo tenemos que recordar cuánto tenemos que aprender después de que hemos completado nuestra formación teórica en cualquier ocupación,  cuán grande es la parte de nuestra vida laboral que empleamos aprendiendo tareas particulares y cuán valioso es como recurso en todos los caminos de la vida el conocimiento de las personas, de las condiciones locales y de las circunstancias especiales”, (1, p. 522)
La Medicina compuesta por un centro de controladores y una periferia de proveedores es un sistema médico gobernado por el terrorismo. Los bárbaros tenían que cortar de vez en cuando las cabezas de aquellos a los que conquistaban y dejarlas clavadas en postes en las entradas de las ciudades como un recuerdo intimatorio para otros. Las penalizaciones mayores por infracciones menores son realmente confesiones tácitas de la impotencia de la autoridad central.
 Considere, por ejemplo, los controladores que se interesan por el tiempo que los pacientes esperan para conseguir su cama de ingresado una vez se ha tomado en un departamento ambulatorio la decisión de ingresarlos. Despojados de una posibilidad re conseguir el objetivo por unos recursos deficientes, los médicos del departamento ambulatorio pueden responder colocando al paciente en una camilla con ruedas en un área acortinada en un corredor y retirando después las ruedas a la camilla, anunciando entonces la “llegada” del paciente a una cama hospitalaria. Tras un tiempo el centro descubre el subterfugio y promulga nuevas regulaciones, y comienza una nueva ronda.
Solo hay una forma de devolver el control de la relación médico-paciente al eje que corre entre ellos dos. Es recuperar el libre mercado en Medicina.

Los pacientes que pueden votar con sus pies y sus carteras regularán su cuidado médico.  Otros solo pueden fingir hacerlo.


Hilton P. Terrell, M.D., Ph.D., es Profesor Asistente de Medicina Familiar, en McLeod Family Medicine Center, McLeod Health, 555 East Cheves Street, Florence, SC 29506. Timothy D. Terrell, Ph.D., enseña economía en un pequeño colegio de artes liberal en Carolina del Sur.


 

BIBLIOGRAFÍA
  1. Hayek FA. The use of knowledge in society. American Economic Review 1945;35(Sept):4.
  2. Von Mises L. Bureaucracy. Grove City, Pa.: Libertarian Press; 1983.
  3. Bentley PN, Wilson AG, Derwin ME, Scodellaro R, Jackson RE. Reliability of assigning correct current procedural terminology—4 E/M codes. Ann Emerg Med 2002;40(Sept):269-274.
  4. ChinT.Gingrich’sgrandvision.AmericanMedicalNews,Aug9,2004,p.19.
  5. Schneider ME. NCQA database rates doctors on quality of care. Fam Pract News, Aug 1, 2004, p. 56.

 

Artículo publicado en: Journal of American Physicians and Surgeons Volume 10 Number 3 Fall 2005. Traducido por Enrique Payá Eco, el artículo original puede leerse aquí.

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