Después de la crisis griega, las élites del euro sueñan con un estado unificado

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After the Greek Crisis, Euro Elites Dream of a Unified Euro State  Tras el voto del “no” del 5 de julio en Grecia contra los términos del rescate negociado, las élites europeas juraron que ya no negociarían:

Los dirigentes de la Eurozona negaron cualquier posibilidad de una rápida reanudación de las conversaciones, aunque los ministros de finanzas estuvieran planeando reunirse durante la semana para discutir los efectos de la votación. La canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Francois Hollande fijaron inmediatamente una reunión bilateral.

“Tsipras y su gobierno está llevando al pueblo griego por un camino de amargo abandono y desesperanza”, dijo el ministro alemán de economía, Sigmar Gabriel al diario Tagesspiegel . Dijo que las negociaciones con Atenas ahora eran “apenas concebibles”.

Y aun así, a mediados de julio todos estaban de vuelta en la mesa de negociaciones y se llegaba a un acuerdo. El nuevo acuerdo contenía bastante de lo que los votantes griegos dijeron que no querían. Es decir, la austeridad. Por otro lado, los votantes también expresaron un deseo de mantenerse dentro de la Eurozona.

Ambos objetivos no pueden lograrse a la vez de forma realista, así que, ante este mensaje ambiguo y contradictorio de los votantes, los negociadores griegos volvieron a lo que habían estado haciendo antes.

Pero dado que el BCE tenía a Grecia encima de un polvorín, no había mucho más que pudieran hacer los griegos, aparte de abandonar la Eurozona. Como medio de presionar a los políticos griegos, el BCE había restringido los fundos europeos de emergencia para el sistema bancario griego durante la crisis, así que, para mantenerse en la Eurozona, los políticos griegos tenían dos alternativas: cerrar los bancos o resistir una completa corrida bancaria en dichos bancos. Optaron por rescates internos y cierres de bancos, con los previsibles resultados sobre los niveles de vida de los griegos.

En otras palabras, como observaba Martin Sandbu en el Financial Times: “el BCE obligó a un cierre del sistema bancario griego y dejó claro que solo le dejaría funcionar de nuevo una vez se llegara a un acuerdo sobre las finanzas soberanas. (…) Esto ha dejado claro más allá de cualquier duda que la independencia del banco central de la Eurozona con respecto a los políticos no es tal. Lejos de ser independiente, el BCE hace lo que le ordenan los gobiernos”.

Las élites europeas consiguieron lo que querían

En este caso, al final, las élites europeas consiguieron lo que querían. Usaron el BCE para poner de rodillas a los griegos y todas las negociaciones sencillamente ignoraron las evidentes implicaciones políticas del referéndum griego al adoptar un acuerdo que se parecía mucho al rechazado. De hecho, algunos políticos europeos fueron explícitos en su desdén por las elecciones, como lo fue Jyrki Kitainen, de la Comisión Europea, cuando declaró: “No cambiamos de política dependiendo de elecciones”.

Así que, comprensiblemente, los griegos se han vuelto escépticos con respecto a sus propias elecciones y se han dado cuenta de que una vez has convertido tu economía en el terreno de juego de las élites europeas conocido como Eurozona, tus lecciones locales ya no significan gran cosa. En referencia a los próximos comicios, un griego señaló: “Son una elecciones sin sentido”. En verdad lo son y los países con economías pequeñas y pobres deberían acostumbrarse a ello. Como receptora neta de fundos de la UE, Grecia entregó la política económica nacional y el control local a una burocracia paneuropea a cambio de regalos de la UE. Así que ahora la posición negociadora no es precisamente fuerte.

La crisis reciente perjudica las llamadas a un Europa unificada políticamente (por ahora)

Paradójicamente, la victoria de los acreedores europeos en la crisis griega y la demostración de poder del BCE sobre el sistema político local ha perjudicado los intentos de los defensores de la unidad política en Europa. El reciente acuerdo ha demostrado que el proceso de negociación puede funcionar.

Durante buena parte de 2014 y principios de 2015, los medios de comunicación en Europa y Occidente en general habían estado reclamando la unidad fiscal y política de Europa. En otras palabras, reclamaban un gobierno central fuerte en Europa que pudiera sencillamente obligar a firmar a países que actuaban mal, como Grecia, para evitar la necesidad de negociaciones cansinas.

Por ejemplo, mientras se intensificaba la crisis griega, Timothy Garton Ash en Los Angeles Times decía que la unión monetaria sin unión política estaba “desgajando Europa”. Eduardo Porter opinaba en el New York Times en febrero que la “política local estaba perjudicando la unidad europea.

Hay un acuerdo general entre los expertos de los medios en Occidente en que Europa necesita una forma de ordenar la participación de los políticos locales en los planes fiscales y económicos de toda Europa. El objetivo real, dice Ash en The Guardian, debería ser “una unión federal apropiada, como la de Estados Unidos”, en la que el gobierno central puede tomar dinero de algunos estados y entregarlo a otros. Al mismo tiempo, se puede obligar directamente a los deudores a pagar.

Ash reconoce que este plan se opone directamente a los ideales europeos declarados de liberalismo y democracia, así que se asegura de incluir un disclaimer en el que señala “en una alternativa entre democracia y un eurleninismo paternalista de abajo arriba”, él elegiría la democracia. Por muy agradable que sea ver que el leninismo no está sobre la mesa, cabe preguntarse lo cercana a la línea leninista que tendría que estar Europa en la cabeza de Ash.

Y el disclaimer de Ash nos dice muchas cosas. La llamada a la integración europea trata fundamentalmente de coacción y transferencia de poder de las poblaciones locales a la maquinaria de un estado central en el que, como señala el FMI, se pueda crear un sistema que ya no requiera este molesto sistema de deuda soberana, negociaciones y planes de pago. ¿Para qué hacer eso cuando puedes simplemente ejecutar planes de transferencia de riqueza pulsando un botón?

Sin embargo, hasta que se apropien de todo el poder, las élites europeas tendrán que confiar en tomas descentralizadas de decisión. Pero, como pasa habitualmente, este tipo de cosas es denunciado en la prensa y políticos como una especie de caos. Es la reclamación antigua de los centralizadores políticos: unidad es fortaleza y descentralización es caos.

El hecho de que los griegos y sus acreedores fueran capaces de llegar a un acuerdo perjudica este argumento. Está claro que no puede culparse del caos económico que existe en Europa a la mucha independencia de los griegos, que fueron fácilmente controlados mediante amenazas de instituciones europeas y maquinaciones del BCE. Aparentemente, las élites europeas ya tienen muchas herramientas a su disposición para torcer el brazo de los estados miembros europeos. Quizá la necesidad de unidad política no sea tan acuciante en realidad. Ya hay mucha.

Los estados miembros grandes y ricos representan el riesgo real

Pero Grecia es solo un país pequeño con una economía pequeña. Si abandonara el euro, eso difícilmente significaría el fin de la Eurozona.

Así que la amenaza real para la unidad europea no viene de una salida griega o portuguesa, sino de un estado rico y pagador neto. Imaginemos, por ejemplo, que Mississippi se independizara de Estados Unidos. Como estado receptor fiscal neto, esa secesión difícilmente se notaría en la economía nacional o en el Tesoro de EEUU. Pero imaginemos que Nueva York, con su enorme sector financiero e inmensos ingresos por el impuesto de la renta quisiera independizarse. Evidentemente, el gobierno nacional lo vería como una grave amenaza económica.

Y lo mismo pasa en Europa. Grecia podría perderse sin mucha amenaza económica para la totalidad. La salida de un país como Reino Unido o Alemania, por el contrario, sería algo completamente distinto.

Y es esta posibilidad de salida de estos grandes países lo que más ha preocupado al FMI y otros defensores de la centralización. Los centralizadores quieren la capacidad de obligar a pagos de transferencias de los países más ricos a los más pobres. Pero saben que eso generaría oposición en los países más ricos. Por supuesto, la solución a esto es asegurarse y tener ya implantada una maquinaria coactiva que impida la secesión o resistencia de los países más ricos si alguna vez quieren irse.

Sin los medios para coaccionar directamente a los estados miembros en esta nueva Europa unificada, el gobierno central tendrá que dedicarse a la lenta y agotadora tarea de las negociaciones y el regateo entre miembros. Es decir, el gobierno central tendrá que preocuparse realmente por lo que piensan los votantes y contribuyentes en los estados miembros. Pero una vez que consigan su “unión federal apropiada” (probablemente para incluir una prohibición de secesión), el poder los estados miembros individuales será eliminado y el objetivo de una Europa unificada políticamente (completado con un gobierno central fuerte y gobiernos débiles de los estados miembros) estará al alcance de la mano.


Publicado originalmente el 11 de septiembre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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