La edad de oro de los Estados Unidos

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Demasiados libertarios, especialmente del grupo de los «fatalistas» (aquellos que han estado prediciendo un colapso social por 40 años), están seguros de que vivimos el fin de los tiempos. Una era previa significó la cúspide norteamericana, a partir de la cual hemos venido cayendo velozmente en franco deterioro. Los Estados Unidos han pasado de ser un lugar más que aceptable para vivir, a casi convertirse en un «Estado policial». ¿Cuándo fue este periodo dorado? No fue la generación de los fundadores (uff). No fue en los 50 de la posguerra o incluso en la década posterior a la Guerra Civil. Los 50 fueron en algunos aspectos mejores que los 2010, pero no en todos los aspectos. Sí, el Estado policial es peor ahora pero la guerra se ha reducido. El servicio militar obligatorio se ha acabado. La legalización de la marihuana está en el horizonte (y la marihuana ahora posee una calidad extra elevada en los estados en los cuales es quasi-legal). El matrimonio gay, impensable en los 50 e incluso en los 70, es inevitable. El alcohol fue legalizado hace ya bastante tiempo y el estatus legal de la pornografía pareciera no estar en duda.

Viajar en avión es más barato y seguro, y cada día es más y más común entre las masas. Personas de clase media toman Cruceros Disney, vacaciones en Costa Rica, Turquía, Alemania, Italia, o Australia. Los ingresos son mayores, las casas son más grandes, el aire acondicionado es más omnipresente. Los celulares son baratos; todo el mundo tiene uno. Las computadoras son poderosas, baratas y portátiles, y estamos conectados por uno de los desarrollos más sorprendentes en toda la historia de la humanidad: el internet. La impresión 3D se avizora en el horizonte, la comida es mejor y más barata. La diversidad está floreciendo, así como la tolerancia: algunas personas son vegetarianas, veganas; no hay problema. Aquellos que comen carne los acomodan en sus mesas cuando los invitan a cenar. Cristianos tienen amigos judíos, hindúes, ateos y musulmanes; sus hijos se asocian con un arcoiris de colores de niños provenientes de todos los rincones del mundo, con diferentes etnicidades, religiones y tradiciones; a nadie le importa. Un mesero de Alabama puede sanamente bromear con un cliente cargue una franela de la Universidad Estatal de Louisiana, pero todo el mundo se reiría de ello; ellos tienen sus leves identidades regionales, colegiales o geográficas, pero ellas no son serias o reales. Aquí no tenemos hooligans ni estampidas en los partidos de fútbol americano. La era de los viajes espaciales privados está también sobre nosotros. Las ropas tie-dye y las camisetas de «paz», alguna vez ridiculizadas como «hippies», son ahora vistas como algo genial; chicos universitarios y madres jóvenes las usan. Algunos tienen aros en la nariz, múltiples zarcillos. Tatuajes. A nadie le importa. Tales cosas habrían atraído hacia ti miradas de desprecio en los 50s. ¿Parejas interraciales? Nadie se inmuta.

La comida y los restaurantes son mejores que nunca. Existen sorprendentes museos de arte en todas partes. Las películas y especialmente la televisión, son cada día mejores. Música sana y vibrante prolifera. Las universidades americanas son las mejores del mundo y hay dominio norteamericano en la tecnología y la cultura, tal y como se puede ver en el éxito de Google, Facebook, Twitter, Apple, Hollywood, etcétera. El libertarismo y la economía de libre mercado (incluyendo la visión austriaca) están en crecimiento; el número de intelectuales, estudiantes, etc., que están interesados por estas ideas hoy, eclipsa los números incluso de los 80, y mucho más de aquellos de generaciones anteriores.

El Estado también crece, pero es también menos poderoso en algunas formas; los celulares y sus videocámaras junto a plataformas como el internet, Twitter, Facebook y Google, han colocado a las acciones del Estado bajo un creciente escrutinio. La amenaza de una guerra verdaderamente enorme es remota. Y mientras que el Estado continúa con su práctica de arrebatar tanto como pueda, el hecho de que grave más impuestos sobre nosotros e incluso nos regule más es, perversamente, una especie de evidencia de que las cosas están mejor. ¿Por qué? El Estado es parasitario en su huésped: la sociedad civil, la economía de libre mercado subyacente que opera bajo las garras fascistas. El Estado es capaz de extraer más de su huésped sólo porque el huésped es ahora más grande y rico. Y es capaz de apretar con medidas propias de un «Estado policial» como la vigilancia, o las medidas de seguridad aeroportuarias, sólo porque está vagamente consciente de que sus víctimas usualmente no tienen un Estado alternativo listo al cual mudarse. Si uno pudiera con relativa facilidad emigrar de los Estados Unidos a un país X y tener un estándar de vida similar, ganar una similar cantidad de dinero, y tener más y mejores libertades civiles con menos impuestos, millones emigrarían. Esto no sucede precisamente porque aquellos que viven en los Estados Unidos les va bien, a pesar del Estado.

Y sí, los Estados Unidos. al parecer se resbalan en el índice de libertad económica, pero esto es en parte debido a que otros lugares están volviéndose cada vez más libres. Además, las herramientas principales que el Estado había utilizado para controlar la economía están volviéndose cada vez más y más inefectivas, y todos lo saben. La política fiscal está acabada. La política monetaria tampoco funciona. La política regulatoria es una batalla entre las grandes corporaciones que buscan acabar con su competencia de la forma más rápida. Pero en general, la vieja visión del Estado como el dueño de todas las cosas, está completamente muerta en los Estados Unidos; en la izquierda y en la derecha. La energía está con la tecnología, la innovación y el desarrollo de naciones privadas dentro de la nación. La tecnología ha permitido a pequeñas, ágiles empresas y emprendedores que no necesitan grandes infraestructuras o plantilla, que externalizan tareas discretas a otros especialistas que se externalizan a sí mismos sin dirección centralizada, respondiendo a los tirones de la oferta y la demanda. Ellos consideran al Estado una carga, un estorbo, y lo evaden como acróbatas, enfocándose en ganar dinero, hacer cosas y satisfacer clientes.

Hacer observaciones como estas a veces enfurece a los libertarios, quienes en su obsesión monomaníaca con el Estado piensan que este permea todo lo que hacen. Ellos piensan que tomas a la ligera las depredaciones del Estado, que incluso lo excusas o lo perdonas, si admites que es posible vivir una vida buena y productiva en presencia del mismo. Se burlan de la proposición de que en verdad no existen «mejores lugares» para la mayoría de los norteamericanos a donde mudarse… incluso aunque sigan aquí, también. Sí, el Estado es terrible. Sí, el crimen privado es terrible también. Pero esos sólo son impedimentos para la vida, desafíos. Tal y como los desastres naturales, las bestias salvajes, enfermedades e incluso hechos fundamentales como la escasez (de recursos, de tiempo) son obstáculos o dificultades que cualquier actor humano racional y exitoso debe vencer para tener una vida feliz. En algunas circunstancias no es posible prevalecer; esto sucede cuando, el crimen privado, o el Estado, ha impuesto demasiado daño. Piensa en los jóvenes negros criados en una cultura de violencia, fealdad, modelos a seguir horribles, drogas y la violencia proveniente de la guerra a las drogas, sin figura paterna, y sufriendo los estragos del sistema gubernamental de educación. O piensa en los judíos viviendo en los guetos o incluso en los campos de concentración de la Alemania de la era hitleriana. El Estado puede desvanecer la vida.

Pero decenas, quizá centenares de millones de americanos consiguen la forma de navegar e ignorar al Estado. Evitan las drogas, puesto que pueden enviarte a la cárcel; no les importa mucho, pues no quieren usar drogas de todos modos. No evaden impuestos, puesto que prefieren mantener el 62% de su salario de 150 mil dólares que ir a prisión. Y los 93 mil netos que les quedan tienen más poder de compra que el salario neto de sus padres o abuelos. Van a las obras de teatro de sus pequeños; tienen agradables camionetas; buenos amigos y miembros familiares; algunos van a la iglesia, otros dan dinero a la caridad o trabajan para ayudar a los menos afortunados. Algunos tienen amigos en todo el mundo en Facebook, y señalan sus hobbies en Pinterest. Nuevas empresas nacen como palomitas de maíz y aparecen en la escena; algunas fracasan, como Digg, otras prosperan, como Facebook, Google, Twitter, Instagram, Apple.

Desde luego, más recesiones causadas por el Estado están por venir. Pero no me persuade la idea de que un colapso catastrófico se acerca (el tipo de «peor-es-mejor» que los libertarios demasiado frecuentemente anhelan); la economía austriaca nos dice que el Estado no debería intervenir en los mercados (si lo que queremos es prosperidad), pero el futuro es incierto (ver mi post Verstehen and the Role of Economics in Forecasting, or: If You’re so Rich, Why Aren’t You Smart?). Por mi parte, como creo en el poder de la libertad, los libres mercados y la tecnología, creo que es razonable predecir que la economía y la innovación continuarán incrementándose en el tiempo, en términos absolutos, a pesar de las depredaciones estatales. Puedo estar equivocado. Es posible. Pero me parece que actuar en contravía no es una solución viable. Si el final se acerca, el final se acerca. Para mí, eso no es una razón para rendirse. Lejos de eso, es una razón para intentar ser más exitosos: adquirir más dinero y poder, para así resistir los embates de cualquier calamidad estatista que se avecine.

No creo en el optimismo por creer, no soy un creyente del «poder del pensamiento positivo»; soy un realista. Rothbard, creo yo, solía decir que el libertario debía ser un pesimista a corto plazo y un optimista a largo plazo. Supongo que estoy de acuerdo: las cosas se ven «mal» ahora desde el punto de vista de las posibilidades del libertarismo para tener éxito; y podemos esperar que el libre mercado y la libertad en última instancia lograrán derrotar al Estado, porque estos son más justos, más productivos, más poderosos. Yo supongo. Pero esta es estrictamente la perspectiva de un activista; es lo que alguien enfocándose en las chances del libertarismo diría. Pero la meta de cada persona es su propia vida. Yo soy un optimista personal en el sentido de que creo que yo mismo, así como muchas otras personas, pueden y serán capaces de vivir vidas satisfactorias y felices, a pesar del Estado. Yo veo mi involucración libertaria no como el típico activismo político; es más como mi propio hobby, o afición.

Otros tienen diferentes intereses fuera de su trabajo y sus familias. Yo estoy interesado en el libertarismo porque resulta que me agradan la economía y la filosofía política, y tengo un apasionado e intenso interés en la justicia y rectitud. Pero como persona estoy más interesada en esto: en vivir una buena, feliz y exitosa vida. Así que veo al Estado (y el crimen privado) como algo malvado, sí; y es malvado por las barreras que le pone a las personas que quieren vivir vidas felices. No hace ningún bien el quejarse sobre las posibilidades que tiene uno de enfrentar un huracán o una enfermedad; las acciones criminales del Estado son voluntarias, así que quejarse del Estado (o, más particularmente, enunciar objeciones para criticar al Estado) puede tener alguna eficacia a largo o incluso corto plazo, pero no existe una garantía de ello. Así que el Estado, así como el crimen privado, debe ser considerado como un tipo de peligro de fondo en la vida que uno tiene que buscar la manera de derrotar, evadir, escapar, esconderse, circunnavegar o ignorar. Y estoy seguro que, para al menos decenas de millones de americanos, esto es posible. Es una pena; es un desafortunado costo o carga innecesariamente impuesta a la sociedad civil, la economía, y las vidas de los individuos; pero ahí lo tienes. Podemos aun así reconocerlo, tomarlo en cuenta, y prosperar a pesar del Estado.

El mayor beneficio de hacer esto son las ganancias propias y personales. Pero un beneficio secundario, para aquellos de afición libertaria, es que además te vuelves un portador de la antorcha de la libertad más efectivo, Así como lo discuto en «One Improved Unit and the Power of Attraction», de Nock y Leonard Read, si te enfocas en mejorarte a ti mismo, teniendo éxito, floreciendo, en vez de mejorar a otros (o futilmente intentando cambiar al Estado, en vez de reconocer que es malo, que existe y que está ahí), entonces generas más luz que calor; y la luz tiene el poder de atraer a otros.

Tal y como escribe Leonard Read en «The Essence of Americanism».

No estoy en este nivel, pero soy conciente de ello y conozco algunos de sus imperativos. Un imperativo es la conciencia de que, entre más elevado sea el objetivo, el método debe ser más digno. Si aspiramos un objetivo tal como el de hacer avanzar la libertad individual y el libre mercado, no podemos usar un método menor que el del poder de la atracción, el opuesto absoluto al de usar propaganda, indoctrinación, y medias verdades. Una buena forma de probar cuán bien alguien lo está haciendo con el objetivo que tenemos en mente, es observando cuántos están buscando su consejo. Si la respuesta es nadie, ¡entonces uno puede sacar sus propias conclusiones!

La única fuerza que cambiará la indiferencia en aceptación es el poder de la atracción. Y esto sólo puede ser conseguido si dejamos de intentar de rehacer a los demás y buscamos mejorarnos a nosotros mismos. Este esfuerzo no demanda de cada individuo un sacrificio, sino más bien la mejor inversión que uno puede hacer en el propósito más elevado de la vida.

Entonces, ¿dónde podemos conseguir a tales individuos? Yo creo que los conseguiremos entre aquellos que amen a este país. Creo que los conseguiremos en este lugar. Creo que uno de ellos eres tú.

Ver además «The Golden Age of Freedom Is Still Ahead» de Anthony Gregory

(Gracias a Jeff Tucker y Anthony Gregory por sus útiles comentarios en los primeros bosquejos de este post.)


Traducido del inglés por José Gaterol. Revisado por Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.

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