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Por qué importa si el dólar es la divisa de reserva

Nos referimos al dólar como una “divisa de reserva” cuando nos referimos a su uso para liquidar cuantas comerciales internacionales. Por ejemplo, si Canadá compra bienes a China, China puede preferir que le paguen en dólares de EE. UU. en lugar de dólares canadienses. El dólar de EE. UU. es el dinero más “comerciable” internacionalmente, lo que significa que la mayoría de los países lo aceptarán en pago, así que China puede usar sus dólares para comprar bienes de otros países, no solamente de EE. UU. Podría no ser el caso con el dólar canadiense y China guardaría sus dólares canadienses hasta que encontrara algo a comprar en Canadá. Multipliquemos este escenario por todos los países del mundo que imprimen su propia moneda y se ve que sin una divisa aceptada ampliamente en el mundo, el comercio internacional se ralentizaría y se haría más caro. En cierto modo, su efecto sería similar al de erigir barreras comerciales, como el infame arancel Smoot-Hawley de 1930, que contribuyó a la Gran Depresión.

Hay muchos que ponen un enlace entre el colapso del comercio internacional y la guerra. El gran economista francés Frédéric Bastiat decía que “cuando los bienes no crucen las fronteras, lo harán los soldados”. Ninguna nación puede lograr un nivel decente de vida con una economía completamente autárquica, es decir, una completa autosuficiencia en todas las cosas. Si no puede comerciar por los bienes que necesita, se siente obligada a invadir a sus vecinos para robalos. Así que una divisa casi universalmente aceptada puede ser tan vital para la paz mundial como lo es para la prosperidad mundial.

Qué significa realmente ser una “divisa de reserva”

Sin embargo, el fundamento por el que se originó el término “divisa de reserva” ya no existe. Originalmente, el término “reserva” se refería a la promesa de que la divisa estaba respaldada y podía redimirse en un producto, normalmente oro, a un tipo de cambio prometido. La primera divisa de reserva verdaderamente global fue la libra esterlina británica. Como la libra era “tan buen como el oro”, muchos países encontraban más cómodo tener libras que oro material durante la época del patrón oro. Las grandes naciones comerciales del mundo liquidaban su comercio con oro, pero podían aceptar libras en lugar de oro, con la confianza en que el Banco de Inglaterra  les entregaría el oro a un tipo fijo de cambio a su presentación. Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, se dio al dólar de EE. UU. este estatus por el tratado que siguió al Acuerdo de Breton Woods. EE. UU. acumulaba la mayor parte del oro mundial como “arsenal de la democracia” para los aliados incluso antes de entrar en la guerra. (EE. UU. sigue poseyendo más oro que cualquier otro país por un amplio margen, con 8.133,5 toneladas, comparado con el segundo, Alemania, con 3.348,2 toneladas).

El Fondo Monetario Internacional (FMI) se creó con el fin expreso de controlar el compromiso de la Reserva Federal con Breton Woods asegurándose de que la Fed no inflaría el dólar y se mantendría dispuesta a intercambiar dólares a 35$ la onza. Así, los países confiaban en que los dólares que tenían para propósitos comerciales fueran tan “buenos como el oro”, como había pasado anteriormente con la libra británica.

La llegada de la primera divisa de reserva

Sin embargo, la Fed no mantuvo su compromiso con el Acuerdo de Breton Woods y el FMI no trató de obligarle a mantener oro suficiente como para asegurar que toda su divisa existente estuviera en oro a 35$ la onza. Durante la década de 1960, EE. UU. financió la Guerra de Vietnam y la Guerra contra la Pobreza del presidente Lyndon Johnson imprimiendo dinero. El volumen e dólares existentes excedía al almacén de oro de EE. UU. a 35$ la onza. Se llamó la atención a la Fed primero, por parte del Banco de Francia y luego por otros.

Bancos centrales en todo el mundo, que se habían contentado con tener dólares en lugar de oro, empezaron a preocuparse de que EE. UU. tuviera suficientes reservas de oro para cumplir su promesa de redención. Durante la década de 1960, el ataque a la Fed, liderado por Francia, hizo que las existencias de oro de EE. UU. disminuyeran enormemente de más 20.000 toneladas en 1958 a poco más de 8.000 en 1970. Al ritmo acelerado al que se estaban produciendo estas redenciones, EE. UU. no tenía alternativas salvo revaluar el dólar a algún tipo de cambio superior o renunciar completamente a sus responsabilidades de convertir dólares en oro. Para su perpetua vergüenza, EE. UU. eligió esto último y “abandonó el patrón oro” en septiembre de 1971. (He calculado que en 1971 EE. UU. habría necesitado devaluar el dólar de 35$ la onza a 400$ la onza para tener suficiente oro para convertir toda su moneda en oro). Sin embargo, las grandes naciones comerciales seguían teniendo dólares, porque seguía llevando a cabo la útil función de liquidar cuentas comerciales internacionales. No había ninguna otra divisa que pudiera igualar al dólar, a pesar del hecho de que estuviera “desligado” del oro.

Por qué el dólar continuó siendo una divisa de reserva

Hay dfos características de una divisa que la hacen útil en el comercio internacional: una, que la emita una gran nación comercial y, dos, que la divisa mantenga su valor a lo largo del tiempo. Estos dos factores crean una demanda para mantener una divisa en reserva. Aunque el dólar fue inflado por la Fed, perdiendo así con el tiempo su valor frente a otras divisas, no había competencia real. El marco alemán mantenía mejor su valor, pero la economía alamana era solo una porción de la de EE. UU., lo que significaba que los tenedores de marcos encontrarían menos a comprar en Alemania de lo que los tenedores de dólares encontrarían en EE. UU. Así que la demanda del marco era inferior a la del dólar. Por supuesto, entraban también juego factores psicológicos en la demanda de dólares, ya que EE. UU. era el protector militar de todas las naciones occidentales frente a los países comunistas.

Hoy estamos viendo los principios de un cambio. La Fed ha estado inflando el dólar masivamente, reduciendo su poder adquisitivo y creando una oportunidad para las grandes naciones comerciales del mundo de usar otras monedas mejores. Esto es importante porque una pérdida de demanda para guardar dólares de EE. UU. como divisa de reserva significaría que billones de dólares en el extranjero podrían volver a EE. UU., causando inflación, recesión o ambas cosas. Por ejemplo, la porción global de dólares de EE. UU. de las existencias de los bancos centrales es del 62%, principalmente en forma de valores del Tesoro de EE. UU. (Los bancos centrales tienen deuda del Tesoro que genera intereses en lugar de dólares propiamente dichos). Las existencias en el extranjero de deuda de EE. UU. son actualmente 6,154 billones de dólares. Comparemos esto con la base monetaria de EE. UU. de 3,839 billones de dólares.

Si disminuyera la demanda exterior sobre activos denominados en dólares, el Tesoro podría financiar su liquidación solo de tres maneras. Una, EE. UU. podría aumentar impuestos para liquidar su deuda en el exterior. Dos, podría aumentar los tipos de interés para refinanciar su deuda en el exterior. O, tres, podría simplemente imprimir dinero. Por supuesto, podría usar las tres en diversos grados. Si EE. UU. rechazara aumentar impuestos o aumentar el tipo de interés y confiara solo en imprimir moneda (el escenario más probable, descartando un completo repudio de la doctrina keynesiana y una adopción de la economía austriaca), la base monetaria aumentaría en la cantidad de las liquidaciones. Por ejemplo, si la demanda de activos denominados en dólares cayera un 50% (3,077 billones de dólares), la base monetaria de EE. UU. aumentaría un 75%, lo que indudablemente llevaría a una muy alta inflación de precios y nos dañaría enormemente en el interior. Aquí está en juego nuestro nivel de vida.

Así vemos que interesa a muchos que el dólar siga estando muy demandado en todo el mundo como unidad de liquidación comercial. Es necesario para impedir la inflación e precios e impedir que las empresas estadounidenses se vean perjudicadas con mayores costes que provendrían de verse obligadas a liquidar sus cuentas de importación/exportación en una divisa que no sea el dólar.

Amenazas para el dólar como divisa de reserva

Las causas de esta amenaza para el dólar como divisa de reserva son las políticas de la propia Fed. No hay conspiración para “atacar” al dólar por otros países, en mi opinión. Sin embargo hay una creciente percepción por parte del resto del mundo de que EE. UU. está debilitando el dólar mediante sus programas ZIRP y QE. Consecuentemente, otros países son conscientes de que pueden tener que buscar un medio mejor de liquidar cuentas comerciales que usar el dólar de EE. UU. Un factor que ha ayudado al dólar a mantener su demanda como divisa de reserva a corto plazo, a pesar de las políticas inflacionistas de la Fed. es que también se han inflado otras divisas.

Por ejemplo, Japón ha inflado el yen en mayor medida que el dólar en un intento absurdo de reavivar su economía estancada abaratando su divisa. Ahora incluso el Banco Central Europeo procederá a una especie de QE, aparentemente a pesar de las objeciones alemanas. Todos los bancos centrales del mundo parecen suscribir la falsa creencia de que aumentar la oferta monetaria traerá prosperidad sin la amenaza de inflación. Esto desafía la ley económica y la realidad económica. No pueden imprimir su camino a la recuperación o la prosperidad. Aumentar la oferta monetaria no crea ni puede crear nunca prosperidad para todos. Es más, esta creencia errónea conlleva un segundo error, que es que el ahorro no es el fundamento de la prosperidad, sino que más bien la clave es el gasto. Este error pone el carro delante de los bueyes.

Un tercer error es creer que poner los tipos de cambio de sus divisas por debajo respecto de otras divisas llevará a una recuperación dirigida por las exportaciones o a algún disparo misteriosamente generado en el arma que llevará a una recuperación sostenible. No es así. Sin hurgar muy profundamente en teoría económica  y del capital austriacas, solo dejadme que   apunte que la impresión de dinero perturba la estructura de producción al cambiar fraudulentamente el “proceso de descubrimiento de precios” del capitalismo. Cuando pasa esto, el capital se asigna a proyectos que nunca se terminarán de forma rentable. Se crean y destruyen burbujas y los negocios se ven repentinamente dañados en masa, destruyendo así capital escaso.

Posibles escenarios futuros

Debido a esta filosofía de impresión de moneda, el dólar es muy susceptible a perder su cacareada posición de divisa de reserva ante el primer gran país comercial que deje de inflar su divisa. Hay evidencias de que China entiende lo que está en juego: ha aumentando sus existencias de oro y ha implantado controles para impedir que el oro abandone China. Si la segunda mayor economía del mundo y una de las principales naciones comerciales ligara su divisa al oro, la demanda del yuan aumentaría y la del dólar disminuiría de la noche a la mañana.

O la crisis enconada desde hace tiempo en Europa puede llevar a Alemania a abandonar la Eurozona y reinstaurar el marco alemán. Hace tiempo que defiendo que Alemania haga esto, lo que indudablemente revelaría la podredumbre del euro, la divisa común que ha sido saqueada por la mitad de las naciones del continente para financiar sus insostenibles estados sociales. El continente europeo fuera del Reino Unido podría convertirse en una zona principalmente del marco alemán y el este podría acabar sustituyendo al dólar como principal divisa de reserva del mundo.

Sin embargo, el problema subyacente reside en la capacidad de todos los bancos centrales de imprimir dinero fiduciario, es decir, dinero que no está respaldado por nada más que el poder coactivo del estado a través de sus leyes de curso legal. Los bancos centrales son en realidad poco más que falsificadores legales de sus propias divisas. La presión para imprimir dinero viene del establishment político que desea al tiempo guerra y bienestar. Ambas son actividades estrictamente de consumo de capital, no son “inversiones” que puedan generar un retorno.

En un entorno de dinero fuerte, en el que la oferta de dinero no pueda inflarse, se revela la verdadera naturaleza del gasto bélico y del bienestar, proporcionando un control natural  sobre la cantidad de fondos que una sociedad está dispuesta dedicar a cada uno. Pero en un entorno de de dinero fiduciario, tanto el gasto bélico como el gasto de bienestar pueden expandirse sin control a corto plazo, porque sus consecuencias adversas se sienten después y el enlace entre gasto de consumo y su daño en la economía se entiende mal. Así que ambos pueden expandirse más allá de las capacidades recuperativas y sostenibles de la economía.

El mejor antídoto es abolir totalmente los bancos centrales y permitir que las instituciones privadas se dediquen a la producción de dinero sometidas solo al derecho mercantil ordinario. El dinero sólido estaría respaldado al 100 por productos de valor intrínseco: oro, plata, etc. Cualquier productor de dinero que emita certificados monetarios o apuntes contables (cuentas a la vista) por encima de su tipo comprometido de cambio con respecto al producto subyacente sería culpable de fraude y castigado como tal tanto por el derecho mercantil como penal, igual que se sanciona ahora a los falsificadores. Las leyes de curso legal, que prohíben el uso (en muchos casos) de cualquier divisa que no sea la apoyada por el estado, serían abolidas y se estimularían las divisas en competencia. El mercado descubriría las mejores monedas y eliminaría las menos comercializables, es decir, las mejores monedas expulsarían a las monedas malas o menos buenas.

Tenemos que ver el concepto de una divisa de reserva de forma distinta, porque es importante. Tenemos que verla como un privilegio y una responsabilidad y no como un arma que podamos usar contra el resto del mundo. Si abolimos o incluso rebajamos las leyes de curso legal y permitimos a los procesos de descubrimiento de precios revelar el mejor dinero fuerte, si permitimos que nuestro dólar de EE. UU. se convierta en la mejor moneda posible (una moneda verdaderamente fuerte), entonces las posibilidades de nuestra prosperidad personal y colectiva aumentarían enormemente.


Publicado originalmente el 7 de marzo de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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