Si yo debo vender, tú debes comprar

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Si yo fuera dueño de un negocio, ¿debo venderte? Si respondes que sí, debes equilibrar ese requisito con tu obligación de comprarme.

Todo comercio es bilateral. Bueno, para ser exactos, y como vivimos en un país en el que un tío molesto llamado Sam interfiere en muchos comercios, es mejor decir que todo comercio libre es bilateral.

En una economía moderna, el dinero facilita el intercambio. Así que normalmente se intercambio un buen servicio por dinero, con ambas partes beneficiándose a priori. Por supuesto, una parte puede acabar lamentando el intercambio, pero así es la vida cuando las pasiones son fugaces.

Para entender mejor la ética propia del comercio y ocuparnos de la proposición que iniciaba este artículo, consideremos un mercado real (un mercado de granjeros locales) para representar la idea mental llamada mercado libre.

En las aceras que rodean la plaza de un pequeño pueblo, varios granjeros ponen casetas mirando al centro para vender lo que cosechan. En algunos casos, las casetas ofrecen productos únicos. Pero, en su mayoría, cada caseta tiene las mismas frutas y verduras. Junto con olorosos productos del horno igualmente dulces. Paseando por el centro de la plaza hay clientes, moviéndose de caseta en caseta, mirando lo que les satisfaría sus deseos.

Los granjeros evalúan a los clientes y los clientes a los granjeros. Todos de evalúan entre sí, con granjeros evaluando a granjeros y clientes evaluando a clientes. Se aguza el oído para escuchar los tratos que se hacen. Y cualquier oferta realizada probablemente se reclame por el siguiente en la cola o en los alrededores.

Comportamientos, apariencias, tonos, etc. Son evaluados por todos en ambos lados de las casetas. El granjero que es demasiado hosco ante una oferta a la baja probablemente vea cómo se acorta la cola delante de su caseta. Y el granjero desaliñado cuya caseta está desorganizada y sucia probablemente vea pocos clientes dispuestos a pagar un precio de mercado.

Además, los clientes que resulten sabios e inteligente probablemente consigan un mejor acuerdo que los que resulten nuevos e ingenuos.

Según la opinión actual, una vez el granjero abre su caseta, debe vender a quienquiera que se acerque y ofrezca el precio de mercado. Incluso sugerir que esto puede estar mal es promover la ira y las invectivas de supuestos intelectuales y de sus sicofantes.

A pesar de todo, echemos un vistazo.

Supongamos que un granjero de Pittsburgh desprecia a la gente de Cleveland (es, en terminología actual, un clevelandófobo). Aún así, debe atender a tipos aparentemente resplandecientes con su ropa de los Browns, sin excepciones. Sin embargo, si el granjero muestra el logotipo de los Steelers en su pecho, cualquier fan de los Browns vengativo por la mala temporada de su equipo podría optar por la siguiente caseta: no está obligado a comprar de aquél que está obligado a vender.

¿Se ve aquí el desequilibrio?

En un intercambio multilateral, incluso cuando el dinero está en un lado del acuerdo, no hay diferencia ética entre los dos participantes. Hacer una afirmación de que el granjero debe vender porque, si el granjero no vende, el cliente se queda sin bienes, no es distinto que hacer la afirmación contraria: el cliente debe comprar porque, si no compra, el granjero se queda sin dinero, así como sin todo lo que proporciona el dinero (la capacidad de pagar facturas de servicios públicos, al doctor, el dentista, etc.).

Como los granjeros en el mercado son pocos en relación con los clientes, domina la codicia de la mayoría. El hombre con la cosecha, no importa lo duro que haya cavado y arrastrado, se considera un bien público sometido a los caprichos de la sociedad. Esto lo aplica el tío Sam, cuya insistencia en intervenir derrumba la estructura de un mercado libre, transformándolo en intercambio trilaterales forzados, con la fuerza en una sola dirección.[1]

Apoyar la coacción con respecto al vendedor sin reclamar lo mismo del comprador es defender un sistema que roba la propiedad y el trabajo de uno para beneficiar a otro. Sin embargo, apoyar intercambios completamente obligados es defender una esclavitud total del estado.

Como el equilibro de coacción viola la ética de la persona y la propiedad, como hace la coacción en una dirección, la única solución es que el tío molesto se ocupe de sus propios asuntos y permita a los fans de Steelers y Browns asociarse y comerciar o no asociarse ni comerciar, como deseen.


[1]Donde el estado es la tercera parte en el intercambio.


Publicado el 15 de marzo de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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