Guerra de divisas significa suicidio de divisas

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Lo que los medios de comunicación llaman una “guerra de divisas”, en la que las naciones se dedican a devaluaciones competitivas de divisas para aumentar las exportaciones, es realmente un “suicidio de divisas”. Los gobiernos nacionales persisten en la mentirosa creencia de que debilitando la divisa propia mejorará en los mercados mundiales la competitividad de los productos de fabricación nacional y llevará a una recuperación mediante las exportaciones. Al intervenir dando más divisa propia a cambio de la divisa de los compradores extranjeros, un país espera que sus industrias exportadoras se beneficien del aumento de las ventas, lo que estimularía el resto de la economía. Así que leemos a menudo que un país está tratando de “buscar prosperidad mediante la exportación”.

Los economistas ortodoxos en todas partes creen que esta táctica también exporta desempleo a sus socios comerciales al regarlos con bienes baratos y destruir la producción y empleos nacionales. Por tanto, piden que sus propios países adopten medidas recíprocas. Recientemente, Martin Wolfe en el Financial Times de Londres y Paul Krugman, del New York Times, acusaron a los socios comerciales de sus países de adoptar esta política de “empobrecer al vecino” y recomendaron que Inglaterra y EEUU respectivamente entraran en esta llamada “guerra de divisas” con toda su munición monetaria para debilitar aún más la libra y el dólar.

Me sorprende la similitud de este argumento de la guerra de divisas a favor de la inflación monetaria con el de la necesidad de acuerdos comerciales recíprocos. Este argumento supone que las barreras comerciales contra los bienes extranjeros son buenas para los fabricantes nacionales de un país a costa de los fabricantes extranjeros. Por tanto, hay que negociar reducciones recíprocas de las barreras comerciales, ya que de otra forma el país que rechace rebajarlas se beneficiará. Aumentará las exportaciones a países que sí rebajen sus barreras comerciales sin aceptar un aumento en importaciones que amenacen a industrias y trabajos nacionales. Esta falaz teoría mercantilista no muere nunca porque siempre hay sectores y trabajadores que buscan favores especiales del gobierno a costa del resto de la sociedad. Los economistas llaman a esto “búsqueda de rentas”.

Una transferencia de riqueza y una subvención a los extranjeros

Como expliqué en ¿Valor en la devaluación?, inflar la divisa propia simplemente transfiere riqueza dentro del país de los sectores no relacionados con la exportación a los sectores relacionados con la exportación y da subvenciones a los compradores extranjeros.

Es imposible hacer que los extranjeros paguen contra su voluntad la recuperación económica de otra nación. Por el contrario, devaluar la divisa propia es dinero caído del cielo para extranjeros que compran bienes más baratos. Los extranjeros conseguirán más dinero de su socio comercial a cambio de su propia divisa, haciendo que bienes antes caros resulten ser una verdadera ganga, al menos hasta que aumenten los precios.

Con el tiempo, la nación que debilite su propia divisa descubrirá que ha “importado inflación” en lugar de exportado desempleo, la afirmación de empobrecimiento del vecino de Wolfe y Krugman. Al comienzo de la devaluación monetaria, el sector exportador será capaz de comprar factores de producción a precios actuales, eso esperan sus miembros al favorecer el abaratamiento de la divisa. Al final el aumento en la divisa se abrirá paso a través de la economía y hará que aumenten los precios. En ese momento, el sector importador se verá obligado a aumentar sus precios. Esto hará reclamar otra ronda de intervención monetaria en mercados extranjeros de divisas para llevar al dinero a otra nueva bajada frente a la de sus socios comerciales.

Por supuesto, si un país puede intervenir para rebajar el valor de su divisa, otros países pueden hacer lo mismo. Así que el Banco Central Europeo quiere rebajar el valor del euro frente al dólar, ya que la Fed de EEUU ha llevado a cabo múltiples programas de flexibilización cuantitativa. Los autosuficientes suizos sucumbieron a la devaluación monetaria Kool-Aid el pasado verano cuando su sólida divisa estaba muy demandada, haciendo más alto su valor y más caras sus exportaciones. Posteriormente, el jefe del banco central australiano sospechó que el sector minero del país necesitaba un dólar australiano más barato para estimular las exportaciones. Bienvenidos a la versión moderna de las guerras de divisas, alias suicidio de divisas.

Hay un país que se posiciona en contra de esta locura: Alemania. Pero Alemania no tiene el control de su propia divisa. Abandonó su querido marco alemán por el euro, supuestamente una condición reclamada por los franceses para conseguir su aprobación para la reunificación alemana después de la caída del Muro de Berlín. Las preocupaciones alemanas por las consecuencias de la inflación están justificadas. La gran hiperinflación de Alemania a principios de la década de 1920 destruyó a la clase media y se considera una contribución importante para el auge del fascismo.

Como país soberano, Alemania tiene todo el derecho a abandonar la Unión Monetaria Europea y restaurar el marco alemán. Yo preferiría que fuera un paso más allá y ligara en nuevo marco a sus muy importantes reservas de oro. Si lo hiciera, el mundo monetario cambiaría muy rápidamente a mejor. Otros países de la UME probablemente adoptarían el marco alemán como moneda de curso legal en lugar de restaurar sus propias divisas, aumentado así el atractivo del marco alemán como divisa de reserva.

Al aumentar la demanda de marcos alemanes, disminuiría la demanda del dólar y el euro como divisas de reserva. La Fed de EEUU y el BCE se verían obligados a abandonar sus políticas inflacionistas para impedir la repatriación masiva del dólar y el euro, lo que causaría inaceptables aumentos en los precios.

En otras palabras, un marco alemán fuerte empezaría una cascada de acciones virtuosas de todos los productores de divisas. Esta oportunidad de oro no debería desperdiciarse. Puede ser el único medio no coactivo para impedir el colapso total de las grandes divisas del mundo mediante las devaluaciones competitivas llamadas guerras de divisas, pero se cabe calificar mejor y más apropiadamente como suicidio de divisas.


Publicado el 10  de diciembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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